- Desentrañando el sentimiento de culpa -

¿Qué factores externos influyen sobre ella? ¿Qué función social cumple? Su relación con la inocencia, la responsabilidad y el castigo. La importancia de las constelaciones familiares en su tratamiento.

El origen de la culpa viene del ámbito religioso, jurídico y también de los códigos que cada familia irradia a sus miembros. La culpa está íntimamente ligada a su polaridad, que es la inocencia. Soy inocente o culpable si hago las cosas «bien» o «mal».

Este sentimiento surgirá en función del contexto en que me mueva y de a qué actos se les atribuya el significado de bien y mal. Por ejemplo, si la religión que me inculcaron no me deja comer carne de cerdo y yo la como, me siento culpable; en cambio, una persona de otra religión come carne de cerdo y para nada se siente culpable.

Por lo tanto, comprobamos que es un registro educativo, algo o alguien nos lo haimpuesto, no nace de nuestro interior como las emociones que hemos descrito en losanteriores artículos (miedo, rabia, tristeza, alegría), sino que nos la inculcaron desde elexterior, nosotros la tragamos sin cuestionarla o la cogimos antes de que nadie nosacusara, todo ello motivado por el miedo al castigo.

La culpa moviliza el miedo, nos conecta con nuestro niño pequeño interno que no tiene experiencia, donde hubo un dedo acusador que le dice cómo tiene y debería ser, sin permitirle vivir la experiencia. Este hecho es una de las causas por las que desde niños dejamos de vivir según lo que sentimos, y «aprendemos» a desconectarnos inconscientemente de nuestra propia percepción para poder cumplir los mandatos.

La culpa existe en diversos contextos y se percibe de diferentes maneras. La culpa más pesada es que nuestra conducta ponga en peligro nuestra pertenencia a la familia de origen. Es decir, el miedo a la exclusión es la sensación de culpa más pesada. Dado que la sentimos con tanto peso, nos lleva a hacer algo para recuperar la pertenencia o para preservarla. Esta culpa tiene que ver con la vinculación de pertenencia. La conciencia (como órgano de equilibrio que tenemos y sentimos) reacciona y nos induce a hacer algo para poder pertenecer. Esta es una de las formas de la culpa. Cumple una función social al servicio de la relación y de los vínculos.

Hay una segunda forma de culpa que tiene que ver con la compensación entre dar y tomar. Cuando recibo algo positivo de una persona, siento que le debo algo: hasta que no devuelva algo similar en cuanto a equivalencia, no quedo tranquilo. El que recibe se siente culpable, con una deuda que debe; y el que da se siente inocente y con una posibilidad de «reclamo» al que se le ha dado. Resulta interesante saber que la palabra «pago» y la palabra «paz» tienen la misma raíz.

Cuando pagamos, de la manera que sea,por algo que hemos recibido o tomado, la relación queda en equilibrio y en paz. En este contexto, deuda significa «la necesidad de igualar las cosas para que el balance se restablezca (ni me debes, ni te debo)». Propongo distinguir la culpa del sentimiento de culpa. La culpa es aceptar la realidad: que uno ha dado más y el otro ha recibido más. Si somos capaces de reconocer la culpa, que es la consecuencia de un desequilibrio, existe la posibilidad de asumir la responsabilidad y de equilibrar la deuda.

En los sistemas (familia, organizaciones, sociedad, etc.) hay reglas y acuerdos para la convivencia. Las personas que cumplen con las reglas se sienten inocentes. Aquellos que transgreden la norma se sienten con culpa. Este tipo de culpa se vive de manera más ligera comparada con las descritas anteriormente, generadas en otros ambientes. Estas sensaciones de culpa e inocencia somos capaces de sentirlas de manera consciente.

Mediante el enfoque de constelaciones familiares hemos podido observar que en las familias y miembros que la componen, puede operar una culpa o sensación de inocencia que no percibimos y que provoca unos efectos destructivos, que solo vemos si tenemos la valentía de encarar los efectos que provoca. Por ejemplo, los hijos empiezan a cargar con una responsabilidad de los padres, tal vez «cuidando» a una madre como si esta fuera una hija, e inconscientemente se arroga poniéndose de padre de la madre. En este caso se siente inocente porque lo hace por amor. Pero en los efectos podemos ver que en muchas relaciones el hijo fracasa, se queda indisponible tal vez para otra mujer, porque se siente «culpable» cuando se relaciona con esa mujer por dejar de cuidar a la madre.

La realidad es que el hijo transgrede el orden, no se coloca en el sistema como hijo, sino como padre de la madre, y en consecuencia no respeta al padre real de la madre (o sea, al abuelo). La solución en este caso pasa por que el hijo respete el orden de que tienen prioridad los anteriores sobre los posteriores en relación al tiempo. Así encontramos múltiples casos de enredos familiares en los que nos vemos envueltos, los cuales habría que tratar en cada caso de manera particular para que la relación sea constructiva.

Para trabajar las culpas que traen los pacientes a terapia, me enfoco en acompañar a revisar los mandatos internos y externos (los «deberías”, “tendrías”, “hay que”, “tienes que”), a quién están asociados o a quién me los inculcó, contextualizar cuándo y dónde surgen estas emociones, ayudar a que el paciente se dé cuenta de si su búsqueda de inocencia favorece la salud o los problemas… y, paradójicamente, que vayan teniendo más autoapoyo que permita favorecer acciones y actitudes en pro de la salud, y que sostengan la culpa de que a ciertas personas no les guste lo que se permiten hacer, “transgrediendo” las normas pero atendiendo a los buenos efectos.

Creo que la solución para disminuir el sentimiento de culpa y que no nos paralice, pasa por asumir y revisar cómo manejo mi responsabilidad (habilidad para responder ante lo que me sucede). La responsabilidad para nada es sinónimo de culpa (en el lenguaje popular se utiliza y confunde como sinónimo de esta): diría que es una actitud antagónica la culpa. Esta actitud responsable me permite encontrar soluciones creativas a lo que me sucede, y me da fuerza.

Con cariño, Aga Umpiérrez

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