- La tristeza: energía para reconstruirnos -

Mundo afectivo y emocional La tristeza: siempre está mal vista, pero cumple una función crucial: nos hace mirar para ver lo que está mal. Con esta entrega concluimos la descripción de las emociones básicas que están con nosotros desde el nacimiento.

La tristeza es otra de las emociones básicas «mal vistas» y menospreciadas por la mayor parte de la sociedad en que vivimos. Muchas de las creencias y juicios sobre lo que sentimos perturban el reconocimiento de las emociones y nos alejan de una buena gestión de las mismas.

la tristeza se le asocian conceptos como debilidad, depresión, poca valía, etc. Por esta razón podemos constatar que se suele recriminar y vetar muchas veces el permiso de sentirla y expresarla. Sin embargo, como el resto de emociones, alberga información valiosa. En este caso, la tristeza cumple la función de conectarnos y mirar en nosotros mismos para revaluar los acontecimientos y las situaciones, lo que evitamos, lo que nos duele en este presente, y revisar los significados que le damos a las personas, a las cosas, a las vivencias y percepciones.

De alguna manera es como si nos dijera: » Detente, aminora el ritmo y obsérvate». Y claro, esta actitud y necesidad contrasta justamente con las exigencias de paradigma capitalista de velocidad, productividad y rendimiento, generando muchas veces una confusión en las personas por necesidades contrapuestas: las personales y las que la sociedad te impone. Además, la tristeza nos conduce a un lugar que no nos suele gustar (ganas de llorar, cansancio, desmotivación, falta de concentración) pero que es necesario habitar para no interrumpir los ciclos de la vida.

Como indica Paco Peñarrubia(*), la tristeza es una “emoción de tierra” y hay que volver a la sabiduría del agricultor para traspasarla, pues“el agricultor hace un ejercicio de pararse y quedarse quieto”, refiriéndose a la observación y al respeto por los ciclos de la naturaleza.

Es por ello que requiere cierto coraje permitirnos hacer este ejercicio de introspección, pues la tristeza nos da energía para reflexionar, para reconfigurar nuestros mapas del mundo y las relaciones (con personas, situaciones, etc.) para expresar el dolor por algo que no puede ser o se perdió, y soltar lo que nos imposibilita el cambio.

La expresión natural de nuestro organismo ante la tristeza se manifiesta en el cambio del tono de voz (como si bajara el volumen y la voz fuera para adentro), hundimiento en el pecho, y por supuesto las lágrimas y el llanto según la intensidad. Una tristeza primaria y liberadora se caracteriza por la rendición momentánea, resignación, liberación de culpas que nos sirve para autorregularnos y producir un cambio. Considero importante distinguir entre el llanto liberador para soltar y descargar, del llanto o gemido mecánico que puede usarse para movilizar el ambiente, manipular, conseguir algo del otro por pena, victimizándose sin asumir la responsabilidad y producir un cambio la persona por sí misma. En este caso no estamos hablando de tristeza primaria sino de una queja, melancolía, rabia distorsionada que nos puede generar pena.

Unas posibles pautas para la gestión de la tristeza que suelo desarrollar en el acompañamiento de este proceso son:

– Legitimarse y conectar con esta energía, sin huir de ella y soltando etiquetas juiciosas como «no voy a llorar porque es malo” o «soy débil y tengo que estar fuerte».

– Poder darse cuenta también de las interrupciones que nos ocasionamos y cómo nos las ocasionamos. Normalmente, cambiamos el ritmo de la respiración e inspiramos más de lo que expiramos, cruzamos los brazos y contraemos muchos músculos. Pensemos que movemos prácticamente los mismos músculos para la tristeza que para la alegría. Por tanto, contraer la expresión de la tristeza a la larga provoca un corte en la expresión genuina de la alegría.

– Enfocarla y dirigirla hacia la persona o situación que motiva esa tristeza.

– Expresar el dolor de lo perdido o que ya no tengo, y el reconocimiento hacia la persona o situación ( de forma imaginaria o poniendo un cojín en sustitución, etc.) de lo que recibía.

– Dar valor y agradecimiento a lo recibido, tomado, ganado o aprendido durante el periodo en que estábamos «recibiendo», para asimilarlo y aprovecharlo para nuevas interacciones.

Mi experiencia es que después de esta fase a la persona le surge una alegría espontánea porque conecta con lo asimilado y aprendido gracias a esa situación o persona, y puede crear nuevas interacciones «honrando» lo que hubo. Como vemos, una manera de soltar es poder dar las gracias.

(*) Psicólogo por la Universidad Complutense de Madrid y Director de la Escuela Madrileña de Terapia Gestalt.

http://gestalt-terapia.blogspot.com.es/2008/09/trabajar-con-la-tristeza-y-la-afliccin.html?m=1

http://enterapia.es/la-tristeza/

http://gestalt-blog.blogspot.com.es/2013/04/la-tristeza-nos-invita-un-viaje-hacia.html?m=1

http://www.gestaltgranada.es/blog/como_lidiar_con_ciertas_emociones_ii__las_distintas_caras_de_la_tristeza/. 

Con cariño, Aga Umpiérrez

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