En estos tiempos en que el confinamiento a causa del COVID 19 nos está llevando a afrontar escenarios desconocidos para nuestro cuerpo y nuestros sistema nervioso, quiero compartir con ustedes una teoría del sistema nervioso y unos mapas de cómo unirnos al ritmo de la regulación saludable con uno mismo y con los demás. Estoy hablando de la Teoría Polivagal del científico Stephen Porges, aplicada a la Terapia, la cual me está transformado notablemente mi forma de concebir el comportamiento de las personas y mi práctica como terapeuta. Gracias a mi amiga Dacil Vega (Médica y creadora de trabajos psicoterapéuticos con la Voz), que en Noviembre del 2019 la tuvimos en Personare impartiendo el taller “La Voz como herramienta de bienestar” entré en contacto con esta teoría y me animó a que siguiera investigando con la lectura del libro La Teoría Polivagal en terapia de Deb Dana.
Además, sincronía de la vida, mientras me encuentro realizando este artículo (9/4/20), me llega una reciente entrevista realizada por la periodista Macarena Gutiérrez al Doctor Porges (7/4/20). Rescato una de las sugerencias que propone para estos momentos: “Ahora se trata menos de las palabras, de lo que decimos, y más de estar presente en el momento de la conversación, prestando atención a la expresión del rostro del otro, sus gestos, el tono de voz. Así es como le invitamos a entrar en nuestro espacio psicológico. La mayoría seguimos manteniendo estas conversaciones como antes, pendientes de lo que dice el interlocutor, en lugar de como nuestro cuerpo necesita ahora. Con el tiempo iremos desarrollando esas habilidades más propias de la comunicación en el mundo terapéutico. No hace falta ni que usemos el lenguaje, podemos simplemente sentarnos frente a frente y mirarnos a través de la pantalla. No hace falta que hablemos todo el rato”. Por otro lado, ante personas que se sienten culpables sin sufrir ninguna desgracia Porges afirma lo siguiente: “Esas personas se están diciendo que su malestar no tiene ningún sentido, visto como está el resto del mundo. Pero tenemos que entender e interpretar lo que nuestro cuerpo trata de decirnos. Que gran parte de esa información que nos está transmitiendo en forma de sensaciones desagradables tiene que ver con el elevado grado de incertidumbre que nos rodea. Nuestro sistema nervioso está en modo defensivo porque detecta peligro. Es un gran termómetro. Hay que ser comprensivos y respetuosos con nuestra respuesta física. La historia que nos contamos es clave. Muchos se sienten mal y luego se sienten culpables por ello porque creen que deberían tener compasión y una gran empatía por los otros. Pero no pueden porque su cuerpo está en un estado fisiológico de tal incertidumbre que dispara los resortes defensivos. Entenderlo y comentarlo con otros nos ayuda a atemperar ese sentimiento de culpa. Y aquí puede aparecer la experiencia transformadora, nos estamos dando cuenta de lo que significa ser humanos, de la capacidad que tenemos de conectar y de regularnos unos a otros. De ser generosos“. (El subrayado es mío).