
La importancia de reconocer y gestionar nuestras emociones
Hay tres emociones primarias o principales sobre las cuales se sustentan el resto de experiencias emocionales que podemos tener. Estas emociones primarias son el miedo, la rabia y la tristeza.
Las llamamos primarias porque están vinculadas a nuestros cerebros más profundos: el cerebro reptiliano (el más profundo de todos) y el cerebro límbico y mamífero(1). Digamos que son emociones que ya traemos por nuestra biología desde la concepción. Son necesarias y fundamentales para vivir y sobrevivir. Dicho de otra manera, sin poder sentirlas no podemos vivir, porque perdemos el “interruptor” que activa el movimiento fisiológico. Como podemos intuir, estas emociones profundas son la base de cualquier experiencia emocional. Muchas veces los problemas surgen por la mala gestión que hacemos de esa información, ya sea por la creencias inculcadas, la educación, el juicio que nos hacen y nos hacemos por lo que sentimos, distorsionando muchas veces las respuestas y maneras de actuar que tenemos. Nuestra propuesta va encaminada a que entendamos que estas emociones son respuestas necesarias que nos vienen por biología y nos dan información valiosa.
La emoción es energía
En este artículo vamos a centrarnos en la energía (la emoción es energía) del miedo.
El miedo es una emoción que tiene como función alertarnos de algo en el entorno que pone en peligro nuestra supervivencia física. La diferencia que existe con los animales es que los humanos sentimos miedo también por una amenaza de muerte real o “metafórica”: miedo a perder la casa o el trabajo, miedo a que no nos quieran, miedo a lo que nos “vaya a decir tal o cual persona”, etc.