
¿Cuántas veces utilizamos las expresiones «no me di cuenta», «ahora me doy cuenta», «si me hubiera dado cuenta», etc.? Este tipo de expresiones denota la fuerza que constituye el poder tomar consciencia de los procesos que nos ocurren en nuestras interacciones y en nuestro interior para aceptar o transformar nuestras vivencias.
El “darse cuenta” es una propiedad que todos tenemos. Un recién nacido se limita a alguna snecesidades de orden fisiológico y de afecto generales, como agrado o desagrado. A medida que se va creciendo y el mundo va creciendo para el individuo, también aumenta su capacidad de “darse cuenta”: tengo tal o cual apetito, o siento tal o cual emoción.
Hasta aquí parece un fenómeno sencillo, pero a esto hay que añadirle las relaciones con nuestros padres (en primera instancia), la familia, las relaciones interpersonales, el grupo, la sociedad, etc. Como vemos, vivimos en un «campo de información» que nos impregna, donde lo externo nos imprime sus deseos y expectativas, reglas, exigencias, etc.
Recordemos que nacemos con una necesidad innata de búsqueda de la pertenencia al grupo y al clan. Por este motivo, empezamos a identificarnos con las proyecciones y expectativas más cercanas de nuestros padres, educadores, tutores, etc, para poder pertenecer y sentirnos parte del grupo, muchas veces actuando en función de las expectativas externas y en contra de nuestras sensaciones y deseos interiores.
Poco a poco, en mayor o menor medida según los valores del grupo en que nacimos y fuimos educados, vamos «divorciándonos» de esta capacidad de “darse cuenta”. Y, probablemente, llega un punto (según el área vital en la que nos movamos) que mi capacidad de «darme cuenta» quede mermada: tal vez no sepa qué quiero, confundo lo que yo siento con lo que quiere el grupo que sienta, no sé que es real ni sé qué es fantasía, desconfío de lo que siento y encima no logro manejarme bien con lo que me pasa.
Muchos de los problemas que sufrimos se originan porque no somos capaces de saber lo que nos pasa, no logramos estar en presente porque recuerdos o imaginaciones sobre el futuro las tomamos como reales sin ni siquiera ser conscientes, probablemente porque nos desconectamos de esta capacidad de “darnos cuenta” o no la tenemos entrenada, con la consecuente disfunción de no poder discernir adecuadamente.
Ir recuperando esta capacidad e ir afinándola ayuda a percatarnos mejor de nuestras emociones, sensaciones, etc; ajustarnos mejor a nuestra naturaleza, tomando consciencia de nuestra realidad, de nuestros deseos, para poder pasar a otro estadio de la condición humana que es elegir con consciencia, con autonomía y con más posibilidades en contraposición a vivir como un autómata y zombie.